22/1/10

GLOBOS POR SONRISAS


Alex Sahores (La plaza Roma y sus Globos)

GLOBOS POR SONRISAS
(Edith Tessari)

Están ahí, enfrente de mí.
Los árboles los coronan con sus hojas ocres. Los pájaros revolotean en derredor.
-Globos, globos de colores, globos.
Juan se acerca con un manojo de globos, ofreciéndolos a los niños que juegan. No los vende, los regala a los niños que lloran a cambio de una sonrisa.
-¡Cata, quedate quieta!, ¡¡¡Glooobos!!!
Se acerca al bebedero, las palomas se amontonan para verlo, mientras, las estatuas le guiñan un ojo.
-¡Cata, vení acá! ¡Cata, que el pasto está frío! ¡Cata, linda Cata! - Cata lo mira, le mueve la cola y le obedece.
Hace muchos años que viene a la plaza a regalar globos por sonrisas. Es conocido por la gente.
Todos los días, cerca de las cinco se acerca con su bastón blanco, su perro lazarillo y un manojo de globos coloridos, los más hermosos de todos los globeros de la plaza.
La vida de Juan no fue la mejor del mundo, sus padres lo abandonaron en la puerta de una iglesia, con una nota: “Es ciego, cuídenlo, para nosotros es una vergüenza”.
Creció rodeado de aroma a cocina, a flores, del sonido de las campanas, los pájaros, las canciones de misa. Nunca partió de su boca una queja, por más que el frío, el calor, la lluvia o las hojas del otoño golpearan su cara, él sólo tenía un agradecimiento por la vida. La tarde de verano en que lo vi por primera vez, quedé asombrada, tenía los rasgos de mi papá, el gesto y la sonrisa del abuelo, lo sentí parte de mi infancia y rompí en un llanto entrecortado e incontrolable. Se acercó con su lazarillo y me regaló un globo, lo miré sin comprender, me pidió a cambio una sonrisa.
-Gracias – sonreí.
-De nada, ya está mucho mejor. ¿Por qué llorabas?
-Te vi y recordé a mi familia.
-Eso es para sonreír, no para llorar.
-Sí, pero te vi y recordé a un familiar que estoy buscando desde hace años.
-Buscar no es llorar, si llorás te pierdes en sentimientos que no te dejan ver más allá.
-¿Cómo hacés para ver más allá? – Pregunté tímida.
-Con el corazón y con Cata. Cata, saludá a… ¿Cómo te llamás?
-Anahí ¿y vos?
-Juan y ella es Cata. Cata, dale la patita a Anahí.
Lo acompañé por un rato más, cuando nos despedimos le prometí volver a mi búsqueda con una sonrisa.
Llegué a casa, no entendía nada, se parecía tanto a todos y a nadie a la vez.
La abuela me había contado de él, ese bebe ciego que había nacido producto de una violación, de esa terrible vergüenza familiar, a quien el papá de mi abuela lo había dejado en la puerta de la iglesia del pueblo vecino.
Juan siguió yendo a la plaza, todas las tardes, alrededor de las cinco. Yo también fui a verlo, varias veces más. Cada día estaba más segura de que lo había encontrado.
Pero la tarde en que me decidí a contarle que era su sobrina y que él era el familiar que buscaba desde años, no apareció, pregunté a todos y nadie lo había visto desde hacía bastante. Fui a la parroquia, pero nadie sabía que contestarme. Llegue a casa enloquecida, lo había encontrado y lo había vuelto a perder, no era justo.
Era temprano cuando fui al cementerio, necesitaba hablar con mi abuela, contarle de mi descubrimiento. Me asombró un poco al ver a un perrito echado en la tumba de al lado. Cuando me agache para dejar mis flores, se acercó hacia mí y me dio la patita moviendo la cola, en sus ojos había una gran tristeza.
Me acerqué a la tumba de al lado, no podía creer lo que veía, la lápida te nombraba como:”Juan el que cambia globos por sonrisas, descansa en paz”
Cata, a partir de ese momento, es mi fiel compañera. Y para que tu recuerdo no se vaya de mí es que todos los días, a las cinco de la tarde, vamos a la plaza a regalar globos por sonrisas.