20/8/08

SOLIDARIDAD


Madre e Hijo - Petros Martín

SOLIDARIDAD

-¿Cuántas veces te tengo que repetir que NO? ¿Cuántas?
Nadia caminaba por el patio con las manos apoyadas en sus caderas. Su vestido volaba con la brisa de la tarde.
Mariano, pelota debajo de los pies, miraba el piso lleno de vidrios. Sabía que si le respondía iba a ser peor. Otra semana sin ir a bailar. Un vidrio sale caro y más si es de la casa del vecino.
Esa noche no se hablaron, cuando llegó Juanjo, Mariano estaba profundamente dormido.
-Ni hoy, ni mañana, ni la semana que viene, él tiene que aprender a respetar las normas.
-Pero Nadia, mi amor, es sólo un vidrio.
-No, es la irresponsabilidad de no hacer lo que se le pide.
-Pero mañana es el último concierto de ‘Callejeros’ en el boliche. Yo se lo prometí.
-Lo lamento por vos y por él, pero no va a salir por una semana y esa es mi última palabra. Y ahora vamos a dormir, ya es muy tarde y vos mañana tenés que ir a trabajar.
A la mañana siguiente Mariano se levanto bastante temprano, salió sin ser visto con la entrada del recital entre sus manos. Volvió al rato con un vidrio del tamaño del roto y una docena de medialunas de manteca, como le gustaban a su mamá.
Dejó las facturas en su casa, subió las escaleras del patio rumbo a lo de victoria, su vecina.
No pasó mucho tiempo cuando Nadia salió a la puerta y lo vio subido en una escalera cambiando el vidrio. Los remordimientos se le agolparon en la garganta, ¿y si su marido tenía razón? ¿Y si había sido demasiado dura?. Mientras pensaba vio las medialunas y se preguntó: -¿De dónde habrá sacado el dinero este chico?
Unas horas más tarde, Mariano entra a su casa, prepara unos mates y se acerca con las facturas y el mate a su mama que arreglaba las macetas del patio.
-¿Desayunaste?- preguntó ella, mientras sorbía de la bombilla.
-No, quise reponer el daño a primera hora.
‘Te felicito, pero ¿de dónde sacaste el dinero?
-De la entrada al recital, de la vendí a Julia, sabía que ella quería ir.
-Pero, ¿y vos?
-Yo estoy castigado por irresponsable, vos tenés razón, además estuve pensando que este año no me fue tan bien con las notas, así que prefiero tomar mi castigo como un momento de reflexión, callejeé demasiado mami.
A Nadia se le cerró la garganta con un nudo apretado, sólo atinó a acariciarle la cara. ¡Cuántas ganas de decirle te quiero que tenía!
-¿Están ricas?- dijo de pronto Mariano, señalando las medialunas.
-Sí, muy ricas, hacía mucho que no comía algo tan rico.- respondió su madre.
-Las compré con parte del vuelto, el resto del dinero quiero devolvérselo a papá, él me había prestado plata para el recital y si no voy creo que es justo devolvérselo ¿no?
Lo miraba y lo veía enorme sus quince años le daban un aspecto aniñado. Se sentía culpable de la decisión de su hijo, pero sabía que no podía volverse atrás en su propia decisión.
Todo ese día la pasaron juntos, Nadia planchaba, Mariano guardaba la ropa; ella lavaba las ventanas y él las secaba.
Hicieron la comida juntos y se sentaron a esperar a Juanjo viendo la tele.
Las primeras escenas del incendio en Once lo dejaron frío, Julia, Juanca, Milagros, Patricio y Raúl estaban ahí.
-¡Hola familia!- gritó Juanjo, pero nadie le contestó. Sobre la mesa un papel decía: “Fuimos a rescatar a los pibes. Firmado Mariano y Nadia”
Encendió la tele, no entendía nada y allí vio el infierno hacia donde se dirigían los suyos.
Como loco salió de casa, llegó justo para ver cómo su hijo y su esposa rescataban a una chica con marcas de fuego y humo. Se arremangó y comenzó a ayudar.
Eran las cuatro de la mañana cuando, con ayuda de los bomberos, Juanjo trató de ubicar a Mariano y a su madre. No estaban, se los había tragado la tierra. Los buscó en los hospitales, en las listas del C.G.P, en la morgue. Al fin al atardecer del día siguiente encontró a Mariano abrazado a un féretro en la Chacarita.
Lo abrazó y él entre sollozos desesperados susurró:
-Se cayó cuando quiso sacar a un bebé que estaba en el baño, quisimos ayudarla pero el cielo raso, en llamas se desmoronó sobre ella. Sólo alcancé a escuchar un te quiero y un cuidá a papi. ¡No es justo papá!.
Rompieron en un llanto ininterrumpido, de rodillas y abrazados al féretro de Nadia.


Edith Andrea Tessari de Méndez
04/enero/2005

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